lunes, 4 de febrero de 2013

PIROPO: ¿PARA ENAMORAR O AGREDIR?

Los derechos humanos fueron reconocidos formalmente en 1948 al proclamarse la Declaración Universal de los Derechos Humanos que tiene como finalidad que las personas, mujeres y hombres, sean respetadas por los gobiernos en sus libertades públicas, en igualdad, dignidad y justicia social. Los derechos humanos son valores y principios que permiten disfrutar de nuestra calidad de vida, así como, exigir o reclamar ante las instancias gubernamentales, sean estas municipales o estatales, el castigo y sanciones por abusos y delitos cometidos.

En Nicaragua, los derechos humanos son reconocidos en la Constitución Política de la República de este país, entre ellos el derecho a la libertad, la seguridad social, así como, al respeto de su integridad física, psíquica y moral de los ciudadanos, los cuales son derechos inherentes e inalienables; también se prevé la aplicación de las leyes y su debida regulación. El 26 de Enero de 2012 la Asamblea de Nicaragua aprobó la Ley No. 779, Ley Integral Contra la Violencia hacia las Mujeres, con la finalidad de “prevenir, sancionar y erradicar la violencia y prestar asistencia a las mujeres víctimas de violencia, impulsando cambios en los patrones socioculturales y patriarcales que sostienen las relaciones de poder.” Entre los derechos descritos en esta ley, las mujeres tienen el derecho a que se respete su integridad física, psíquica, moral y sexual, a la seguridad personal,  a no ser sometida a tratos crueles, inhumanos o  degradantes.

Las mujeres tenemos derecho a la paz, a un trato digno, a un ambiente de bienestar y a la seguridad y justicia social, sin embargo, en una sociedad acostumbrada a dar y recibir maltrato humano, no hay conciencia del impacto que tienen las diversas manifestaciones de violencia psicológica hacia la mujer, ya que desde que es niña,  comienza a sufrir el acoso, piropos desagradables y hasta manoseos por parte de desconocidos la mayoría de las veces, y ni las embarazadas se escapan de estas formas de degradación.

La palabra piropo es de origen griego, la cual significa rojo fuego, los romanos lo utilizaban para referirse a piedras preciosas de color rojo  y lo simbolizaban con el corazón. Siglos después, el piropo era sinónimo de halagos, ingenio de palabra para honrar a la mujer utilizado por trovadores. Sin embargo, el piropo pasó del galanteo cortesano y literario, a ser callejero, improvisado, una costumbre oral y popular, convirtiéndose hoy en día en  una de las mayores manifestaciones de violencia psicológica hacia la mujer.

La Ley No. 779 define la violencia psicológica como toda acción u omisión destinada a degradar acciones, comportamientos, decisiones y creencias de la mujer por medio de la intimidación, manipulación, coacción, comparaciones destructivas, vigilancia eventual o permanente, insultos, amenaza directa o indirecta, humillación, chantaje, hostigamiento o cualquier otra conducta que implique un perjuicio en la salud mental, la autodeterminación o su desarrollo personal.  Según el arto. 11 de esta ley, la violencia psicológica constituye un delito, por tanto, debe denunciarse, atenderse y castigarse. El piropo y las malas palabras son acciones ofensivas que deben castigarse con una multa o sanción.

Es lamentable que a estas alturas, donde la mujer se ha desarrollado en los ámbitos político, social y económico, y que actualmente existe un auge en la promoción de los derechos de la mujer, la mujer  aún continúa siendo objeto de piropos ofensivos y amenazas día a día, ya sea en la calle, el puesto de trabajo, en el centro de estudios, etc. Lo curioso es que no sólo son hombres de clase baja sino que hasta autoridades religiosas, funcionarios y empresarios se prestan a este tipo de hechos degradantes.

Cada vez que se manosea, se “piropea” con palabras obscenas, cada vez que se mira con lascivia a una mujer,  se  irrespeta sus derechos y atenta contra su dignidad humana. En lo particular he sido testigo de cómo “piropea” el nicaragüense a la mujer y hasta he sido víctima de las frases como estas: “¡mmuuuuuuuahhhhhhhh, adiós amorcito!”, “¡qué cosa más rica!,  ¡qué rico lo que tenés!, ¡una así como la que va pasando me voy a conseguir!, “!te pansoneo amor!, ¡qué culo más rico!, “!clase bicho!”, etc.,  sin faltar el atrevimiento de “comérselas” con la mirada. Cuando una mujer se atreve a reclamar por esas ofensas,  he visto que amenazan con golpearlas o les dicen cosas más repugnantes, en vez de avergonzarse por su mal comportamiento.

El hecho de ir a la venta, ir al mercado, ir o regresar del trabajo o de la universidad no debe ser un martirio emocional. He visto que ya sea en moto, carro particular, taxi o hasta los mismos camioneros recolectores de basura no desaprovechan la oportunidad para “piropear” a cuanta mujer vean, hasta en los buses se sufre del insulto y los roces premeditados. Para la mujer no queda más que tolerar, tolerar y seguir tolerando estos tipos de abusos, y digo abusos porque nadie tiene el derecho de quitarte la paz a cualquier hora del día, mucho menos de hacerte sentir desnuda con sus comentarios obscenos, y no son sólo las palabras, son los gestos y miradas morbosas, lujuriosas. La mujer tiene derecho al salir del lugar donde esté  de ser tratada con respeto, son tener que soportar las ofensas de hombres vulgares e incivilizados.

Hay que aclarar que estas conductas no son a causa de la misma mujer, no es por el hecho de cómo una mujer se vista, o se arregle, este tabú tiene que desaparecer. La mujer puede ser la más andrajosa, caminar con ropa sucia y desaliñada o por el contrario, ser la más pulcra, con la falda hasta el tobillo y usando mangas largas, pero el morbo en los hombres es el mismo.

Tampoco hay que tolerar más la excusa de que actúan de esta manera por el simple hecho de que son hombres y que por su  instinto actúan así, esto es una gran mentira, la mujer y el hombre son seres pensantes, que usan el sentido común y el razonamiento al actuar. Hay que aclarar que pisotear a una mujer no hace más hombre a nadie,  sino más inhumano cada día, si un hombre no es capaz de respetar al de su misma especie, mucho menos que tenga respeto por la madre tierra.

Los hombres aprenden a irrespetar desde pequeños, a lo largo de los años con palabras despectivas o burlas, por lo general haciendo piropos enmarcando los dotes físicos para “enamorar” a las féminas, mientras que las mujeres aprenden a tolerar los actos de humillación, acoso, amenaza y chantaje, sin embargo, además de desaprender estas acciones, también se puede aprender a respetar los derechos de la mujer capacitándose, denunciando y rompiendo el silencio cómplice; educando a hijas e hijos con una mentalidad sana, fomentando el respeto mutuo entre hombres y mujeres.  Las mujeres tienen la capacidad de hacer valer sus derechos ya sea individual o colectivamente, como sujetos de derechos que son y exigir su pleno cumplimiento a las autoridades correspondientes y al sistema patriarcado en general.

Para que la mujer pueda disfrutar de una vida plena, equidad genérica, así como del reconocimiento y ejercicio de sus derechos es necesario sensibilizar, capacitar a los distintos miembros de la y la sociedad, erradicar las prácticas sexistas presentes en el lenguaje que se emplea y ampliar la información de las mujeres sobre sus derechos y las oportunidades para mejorar su condición de vida promoviendo la incorporación de la perspectiva de género en el ámbito de la  administración de justicia.  Además, considero que se debe realizar una campaña masiva y consecuente en los medios de comunicación, centros de estudios, lugares públicos  privados, orientada a la capacitación para promover el respeto y el buen trato hacia la mujer y la erradicación de los actos en contra de su dignidad humana.

Antes de piropear, manosear o amenaza  a una mujer, el hombre debe ser consciente que puede que su madre, esposa, hija, tía, madrina o hermana sea víctima de tales actos. Lo cual no debe permitirse más y será hasta que el hombre se sensibilice y razone sobre el daño psicológico que puede causar a la mujer, sea quien fuere, que se podrá respirar paz en las calles de este bello país.

Autora: Lic. Elsa Ruth Espinoza Orozco, Comunicadora Social.

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